Por Carlos Alberto Almaguer
Pasé gran parte de mi niñez en hospitales y aun así recuerdo la etapa cuando los vecinos de la colonia donde viví a los 6 años pasaban a tocar timbre de mi casa para invitarme a jugar futbol con ellos. Aún recuerdo esas risas y cansancio que me daba cuando me ponían de portero. Jamás me excluyeron; al contrario, me incluyeron e integraron a su mundo.
¡Qué recuerdos de mi niñez!
Hay una pregunta que los adultos hacemos a casi todos los niños y niñas en algún momento: ¿Qué vas a ser cuando seas grande? Es una pregunta imprescindible, que les invita a soñar, a proyectarse hacia un mañana, a imaginarlo, pero ¿qué pasa cuando esta pregunta no aparece? ¿Qué pasa cuando queda silenciada por los miedos o las incertidumbres?
Esta pregunta rara vez se les hace a los niños con discapacidad. Entre otras razones, porque para sus familias, pensar en su crecimiento y desarrollo despierta temores, incertidumbres y fantasmas acerca de lo que será o no posible.
La ambivalencia de los propios sentimientos y el complejo laberinto de diagnósticos, derivaciones y peregrinajes por servicios de salud y profesionales, a veces poco preparados y, otros menos predispuestos, empeora el panorama para las familias.
Quizás por eso los niños y niñas con discapacidad han estado fuertemente invisibilizados y postergados en las políticas sociales y en los programas de primera infancia. La falta de información hace que su situación sea considerada siempre y antes que nada “un problema” que solo puede abordarse a través de cuidados especializados de salud a los que, generalmente, tienen acceso solo unos pocos privilegiados.
En ese contexto, para la gran mayoría de las familias, la llegada de un niño con discapacidad es casi siempre el inicio de una historia de adversidades y de escasas expectativas.
“La falta de información es lo peor de todo en esas horas. La angustia que trae, la incertidumbre, provoca miedos innecesarios”. – Mamá de un niño con discapacidad física.
Traer un hijo al mundo es siempre un desafío.
Me pregunto: “se imaginan con el plus de tener alguna discapacidad no solo es desafiante sino una verdadera travesía llena de amor, miedos, desvelos, lagrimas, hospitales y mucha estigma social”.
Vulnerables y excluidos de la sociedad
Las niñas y niños con discapacidad son uno de los grupos más marginados y excluidos de la sociedad. Además a enfrentar discriminación diaria en forma de actitudes negativas y a la falta de políticas y legislaciones adecuadas, a menudo se ven limitados en el ejercicio de sus derechos a la atención médica, la educación e incluso la supervivencia.
Las estimaciones sugieren que hay al menos 8 millones de niños y niñas con discapacidad menores de 14 años en América Latina y el Caribe. En comparación con los niños y niñas sin discapacidad, es frecuente que vivan en hogares pobres y es menos probable que asistan a la escuela o que sus opiniones se escuchen en la sociedad.
Además, las niñas y niños con discapacidad tienen más probabilidades de crecer en instituciones residenciales, de experimentar violencia y de ser excluidos de las estrategias de prevención y respuesta a emergencias y desastres.
UNICEF protege los derechos de las niñas y niños con discapacidad contribuyendo a su pleno desarrollo en una sociedad inclusiva.
En este día del niño busca a un niño con alguna discapacidad y pregúntale qué quiere ser de grande. Invítalo a soñar en ser bombero, policía, doctor, etcétera… Sácale una sonrisa.
¡¡¡ FELIZ DÍA DEL NIÑO!!!
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